-Fumas – dijo Mayu con una mueca.
-Elemental, mi querida Mayenne – dije con un suspiro.
-Elemental, mi querida Mayenne – dije con un suspiro.
Puso los ojos en blanco y me arrebató el paquete de entre
las manos.
-Oye – protesté.
-Te lo digo en serio.
-Te lo digo en serio.
Guardé silencio. No me atreví a llevarle la contraria,
pues esos ojazos de color canela se veían serios, algo extraño tratándose de
Mayu. No le gustaba mi nueva costumbre. La observé mientras se levantaba y lo
lanzaba a la papelera más cercana, y al volver a mi lado, suspiré.
-Son caros… - me atreví a susurrar.
-Pues no te gastes el dinero en tonterías.
-Pues no te gastes el dinero en tonterías.
Zas en toda la cara.
-Perdona.
Me abrazó. Por una vez, - para mi sorpresa – no me
molestó que lo hiciera, más bien al contrario. Me sentí querida.
-No te preocupes, Roxie – dijo con una de sus sonrisas
inmensas.
No pude evitar relajarme al volver a ver ese brillo en
sus ojos. No me gustaba verla preocupada. Era mi mejor amiga, y, por alguna
extraña razón, tenía esa absurda necesidad de verla feliz. Quizás porque
conocía el dolor de propia mano, quizás porque no quería observar la amargura
en sus ojos. Quizás porque esa amargura ya había vivido bastante en los míos.
Entonces sonó el timbre que indicaba el inicio de las clases.
Entonces sonó el timbre que indicaba el inicio de las clases.
-Venga – dijo con una voz autoritaria que me recordó a
una mamá gata cuidando a sus gatitos –, se acabó esa tontería tuya de faltar a
clase.
-¿Es totalmente necesario? – renegué.
-¿Es totalmente necesario? – renegué.
Me miró alzando una ceja, y eso bastó. Solté un suspiro
de exasperación y me dirigí arrastrando los pies por el pasillo de manera
exagerada, para que viera que me molestaba cumplir sus órdenes de mamá gata, lo
cual sólo provocó que soltara una carcajada.
-El karma te lo hará pagar muy caro, Mayu – dije con voz
tenebrosa.
Su carcajada se intensificó, y no pude evitar soltar una
risita. Su alegría era contagiosa, para qué mentir.
Entramos al aula y me dejé caer en mi pupitre. Estaba casi al final de la clase, en la esquina, por lo que sólo tenía otro pupitre delante y otro a la derecha. Delante de mí se sentaba Mayu – así nos habíamos conocido, el primer día de clase se giró con una simpatía casi desesperante y, como no le intimidó para nada la mirada asesina que le dediqué, al final nos hicimos amigas, qué remedio – y a mi lado no había nadie, lo cual era un alivio. Temblaba con tan sólo pensar que podría tocarme otra Mayu. La quería mucho, no me malinterpretéis, cómo no iba a quererla, pero una sola era suficiente para alguien como yo.
Entramos al aula y me dejé caer en mi pupitre. Estaba casi al final de la clase, en la esquina, por lo que sólo tenía otro pupitre delante y otro a la derecha. Delante de mí se sentaba Mayu – así nos habíamos conocido, el primer día de clase se giró con una simpatía casi desesperante y, como no le intimidó para nada la mirada asesina que le dediqué, al final nos hicimos amigas, qué remedio – y a mi lado no había nadie, lo cual era un alivio. Temblaba con tan sólo pensar que podría tocarme otra Mayu. La quería mucho, no me malinterpretéis, cómo no iba a quererla, pero una sola era suficiente para alguien como yo.
-¿Qué clase tenemos ahora? – susurré inclinándome hacia
adelante.
-Filosofía – dijo Mayu con una risita – La que más te gusta.
-Filosofía – dijo Mayu con una risita – La que más te gusta.
Oh, sí, me apasionaba. Una hora parloteando sobre
desvaríos que para la profesora tenían un millón de significados, mientras que
para mí no tenían ningún sentido. Yo misma había elegido el bachillerato
artístico, pero por el dibujo, no por esa asignatura en concreto. Mayu la
defendía con uñas y dientes, e intentaba explicarme todo una y otra vez, pero
estaba claro que o naces para entender todo eso o no, y yo ya había asumido que
nunca podría disfrutar de aquella belleza de la que ella me hablaba.
Me preparé para pasarme esa hora enterita dibujando en los márgenes de mi cuaderno, pero, para mi sorpresa, la que cruzó el umbral de esa puerta no fue nuestra profesora de arte, si no la directora.
Me preparé para pasarme esa hora enterita dibujando en los márgenes de mi cuaderno, pero, para mi sorpresa, la que cruzó el umbral de esa puerta no fue nuestra profesora de arte, si no la directora.
-Hola, chicos – dijo, con esa dulzura fingida de siempre
que me revolvía el estómago – veo que no ha llegado vuestro profesor todavía.
¿Quién debería estar aquí ya?
-Gazel – dijo una chica de la clase.
-La señorita Gazel – la corrigió, pues odiaba las muestras de confianza, supongo que porque nadie quería tenerlas con ella – Esa mujer siempre llega tarde – añadió con desdén.
-Gazel – dijo una chica de la clase.
-La señorita Gazel – la corrigió, pues odiaba las muestras de confianza, supongo que porque nadie quería tenerlas con ella – Esa mujer siempre llega tarde – añadió con desdén.
Entonces, Gazel entró por la puerta, con las mejillas
rosadas por el esfuerzo y algún que otro mechón suelto de su sencillo moño,
arrastrando tras sí un bolso gigantesco.
-¡Hola clase! – Dijo con una sonrisa cálida que se
congeló al instante al ver la directora – Buenos días, Elisa.
No pude evitar sonreír, y es que la verdad era que esa
profesora era la única que me caía bien del maldito colegio. No sólo no disimulaba
su aprensión hacia la directora – un gran acto de valor –, también amaba su
trabajo, cosa que pocos profesores hacían últimamente.
Admito que en filosofía conectábamos poco, pero en dibujo e historia del arte, sus otras asignaturas, me sorprendía a mi misma ensimismada en sus apasionadas explicaciones, o esforzándome al cien por cien para que se diera cuenta que yo apreciaba su trabajo.
Admito que en filosofía conectábamos poco, pero en dibujo e historia del arte, sus otras asignaturas, me sorprendía a mi misma ensimismada en sus apasionadas explicaciones, o esforzándome al cien por cien para que se diera cuenta que yo apreciaba su trabajo.
-Llegas tarde, Gazel – dijo con superioridad, como única
respuesta a su saludo.
-Lo siento, tuve que dar un rodeo ya que mi plaza de aparcamiento estaba ocupada por el coche de tu marido.
-Lo siento, tuve que dar un rodeo ya que mi plaza de aparcamiento estaba ocupada por el coche de tu marido.
Me relamí de satisfacción al ver como la directora
enrojecía y se apartaba de su mesa, donde por fin pudo dejar su pesado bolso.
-Ahora – dijo Gazel – me gustaría empezar mi clase, así
que te agradecería que por favor comunicaras lo que debes a los alumnos para
que podamos seguir lo más rápido posible.
-Claro – dijo –. Para evitar seguir interrumpiendo la clase de la señorita Gazel, por favor, Samuel, sal conmigo un momento.
-Claro – dijo –. Para evitar seguir interrumpiendo la clase de la señorita Gazel, por favor, Samuel, sal conmigo un momento.
Me sobresalté, y, fijándome en las caras de todos los
demás, no fui la única. ¿Cómo iban a sacar a Sam de clase? Si era el único que
en lo que llevábamos de curso – que era bastante – no se había metido en ningún
lío, ni suspendido ninguna asignatura… ¿Qué podría haber hecho el niño bueno?
Se levantó y salió del aula sin pronunciar palabra. Se hizo un silencio tenso a nuestro alrededor. ¿Qué pasaba?
Se levantó y salió del aula sin pronunciar palabra. Se hizo un silencio tenso a nuestro alrededor. ¿Qué pasaba?
4 comentarios:
Por donde empezar,
1- me alegra mucho que vuelvas a escribir
2- la novela es genial, como siempre, sigues superandote
3- como ya sabes, me encanta el nombre de Roxanne >.< pero no se porque pero en esta novela me siento identificada con Mayu :D
siguela pronto por favor, <3
Asdasdasdasdasd me alegro de que te guste C:
1- Si te soy sincera, yo también me alegro, estaba cagada xD
2- En serio? Qué bien, gracias :D
3- Roxie(L) Pero claro, ya sabes, siempre hay un poco de Lavy en todas partes C:
Siiiiigo!:D
Lu
¡Sigueeeeeeeeeeeee!
¡Sigoooooooooo! Jajajaja
Publicar un comentario